Historia Política Reciente

Durante la campaña presidencial del 2002, cuarta del candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) Luiz Inácio Lula da Silva, el partido buscó ampliar sus apoyos electorales no sólo en la izquierda sino al centro del espectro ideológico. El Partido Liberal (PL) proveyó su candidato a vicepresidente. Se relegaron a un segundo plano las tesis más radicales y predominó la cautela y un nuevo pragmatismo diplomático y económico.

De la mano de esa estrategia resultó electo Lula da Silva, cuya gestión se caracterizó por estimular el crecimiento económico. Si bien sectores de su partido querían cambios estructurales, una vez en el poder, se mantuvieron los lineamientos económicos del gobierno anterior. Sin embargo, como un signo de que la corrupción todavía penetraba la política brasileña, el partido de Lula, el PT, fue acusado en el 2005 de pagar a los miembros de su coalición del Congreso para que apoyaran las políticas de su gobierno (Economist, 2008).

El Presidente da Silva se presentó a la reelección. El 29 de octubre de 2006, se celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales después de que ningún candidato alcanzase la mayoría absoluta de los votos en la primera, celebrada el 1 de octubre. Junto al Partido Comunista do Brasil (PCdoB) y el Partido Republicano Brasileiro (PRB), el PT forma la coalición A força do povo. Lula resultó victorioso en segunda vuelta, superando al candidato del Partido Social Demócrata (PSDB) Geraldo Alckim, quien obtuvo el 39,2% de la votación versus el 60,8% de Lula.

 

 

 

 

 

 

 

 

No obstante la alta votación presidencial, el partido de Lula no logró mayoría en el Congreso, por lo que se vio obligado a negociar y a permitir la entrada desde un principio a partidos como el Partido Liberal (PL), el Partido Progresista (PP) y el Partido Socialista Brasileño (PSB) a su gobierno con fin de lograr mayoría en el legislativo. Si bien, los tres fueron capaces de asegurar mayoría al gobierno en el parlamento, la conjunción de izquierda, centro y derecha en una misma coalición fue generando problemas. Sobre todo si se consideran hechos como que el Partido de Movimiento Democrático Brasileno (PMDB), agrupación de centro ligada a la coalición de gobierno que tras negociar dio su apoyo a Lula desde el 2006, desde un comienzo declaró que llevaría un candidato propio a las siguientes elecciones, además de anular, a dos meses de mandato, una Secretaría de Estado eliminando 600 cargos públicos.

La renovación del gabinete con la nueva coalición apuntó a que los cambios incluyeran en cargos de responsabilidad a miembros de todos los partidos que la forman, sobre todo el PMDB.  No obstante, se mantuvo el núcleo fuerte del gabinete donde figuraba como la Ministra de la Presidencia Dilma Rousseff, que luego sería candidata a los comicios presidenciales del 2010. Ese fortalecimiento del PMDB en el gobierno respondió a la insuficiencia en el poder por parte del Partido de los Trabajadores (PT), del que el jefe de Estado se fue distanciando, sobre todo debido a múltiples escándalos de corrupción. Sin embargo, a mediados del 2009 el mandatario busca reconstruir la unidad perdida en el PT para potenciar la candidatura de Rousseff, además de aclamar a Michel Temer (PMDB) como vicepresidente en la campaña, después de haber dado su apoyo a José Sarney (PMDB), quién no pudo participar por estar involucrado en diversos hechos de corrupción.

La economía brasileña durante dos períodos presidenciales, demostró un crecimiento relativamente estable, basado en gran parte en la generación de incentivos para la inversión directa extranjera, el manejo de la inflación y de la deuda, lo que posicionó al país como la mayor economía de Latinoamérica y la séptima a nivel mundial. Pese a esto, se le criticó a Lula que la implementación de su Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) privilegiaba la inversión pública por sobre inversión extranjera, fortaleciendo la presencia del estado como inversionista, dando múltiples subsidios a la pobreza y a la generación de empleos.

Otra constante en el segundo mandato de Lula es la alta y estable aprobación que obtuvo tras sondeos en la población, donde superó el 50% en la gran mayoría de los casos. Cuando toma la presidencia por segunda vez consecutiva ostenta un 43% de aprobación el cual no llegó más allá del 50% a fines del 2007. Sin embargo, tras su buena gestión sobre todo en el ámbito económico, salta en Noviembre del 2008, a un 70%, que se mantiene durante el 2009 hasta Septiembre de ese año donde obtiene record en popularidad, con un 81% de aprobación. El último año de gobierno mantuvo estable respaldo que superó el 80%. Esto no se reflejó, en un comienzo, en la aprobación de la candidatura de Dilma Rousseff sin embargo, poco a poco fue repuntando en las encuestas, logrando capitalizar el respaldo popular de Lula.

Su mandato no estuvo exento de momentos críticos expresados en baja y pérdida de confianza. Esto se debió a escándalos de corrupción vinculados con ministros de su coalición, con el ex presidente del Senado y a otros miembros del oficialismo de entonces. Hubo un período de huelgas por reivindicaciones salariales como la observada en la crisis aérea (graves accidentes de las líneas aéreas TAM y GOL) y de la salud pública, además de violencia y criminalidad, la inflación y el desempleo como causas directas de las crisis del 2008. Sin embargo, según la Encuesta Mitofsky de aprobación a mandatarios, el ex presidente nunca abandonó la categoría de “evaluación sobresaliente”, siendo uno de los presidentes mejor catalogados en el continente americano.

Durante su mandato aplicó una política exterior de alto perfil que llevó a Lula, no sin polémica, a tejer una red de alianzas con países antes lejanos como los BRIC o el IBSA, Oriente Medio y Asia Central, e Irán. El ex presidente tuvo importantes iniciativas como el ingreso de Brasil al G-20 donde participan las 20 economías más poderosas del mundo, y la incorporación del país a ser miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, con la aspiración de convertirse en miembro permanente del mismo, iniciativa que aún se está tramitando dentro de una eventual reforma del Consejo que, según expertos, ya no representa la situación real del mundo actual. No obstante, gracias a su estrecha vinculación con los presidentes Mahmud Ahmadineyad y Hugo Chávez, de Irán y Venezuela respectivamente, fue blanco de varias críticas.

Otros logros importantes de reconocimiento internacional son la elección de Brasil como sede del Mundial de Futbol 2014 y de los Juegos Olímpicos 2016, lo que ha generado hasta hoy un gran incentivo a la economía del país, hechos que suman a la estabilidad política, el potencial de crecimiento y las numerosas oportunidades de inversión. Brasil se convirtió en un actor global con voz propia en los principales foros internacionales y en un referente en los debates sobre temas como la reforma de Naciones Unidas y de la arquitectura financiera internacional, las negociaciones comerciales en la Ronda de Doha, o la lucha contra el cambio climático.

A ocho meses de los comicios presidenciales, el Partido de los Trabajadores (PT), proclama oficialmente como candidata a Dilma Rousseff, la ex Jefa de Gabinete de Lula. Ella  gana mucho terreno, debido a las numerosas intervenciones «ilegales», que el propio mandatario realizó a favor de su campaña y que le costaron diversas multas. No obstante, el candidato de oposición, José Serra, del Partido de Social Democracia Brasileña (PSDB), se posicionó desde el comienzo por sobre Rousseff, manteniendo una estrecha diferencia hasta el final. Las elecciones se disputaron entre tres candidatos principales: Dilma Rousseff del PT, José Serra del PSDB y Marina Silva del Partido Verde (PV). Debido a que ninguno alcanzó la mayoría absoluta, se realizó la segunda vuelta que dio por ganadora a Dilma, que asumió el mando el 1 de enero del 2011 bajo el apoyo explícito y catalogado de intervencionismo. Es la primera mujer que ocupa este cargo en Brasil.

 

 

 

 

 

 

 

Una de las características de la funcionaria pública de carrera y ex guerrillera marxista es que nunca antes había postulado a un cargo de elección popular, por lo que las expectativas hacia su gestión eran de incertidumbre en los ciudadanos que la convirtieron en Presidenta y creyeron en su promesa de gobierno de «continuidad». En lo que va del 2011, este gobierno ha logrado dimensionar la importancia de posicionarse en el mundo, tomando decisiones que realzan aún más su imagen y status de líder y potencia económica. Esto ha llevado a Rousseff a obtener un 50% de aprobación a Marzo de este año, según Mitofsky.

Desde un comienzo la mandataria declara sus intenciones de priorizar las relaciones internacionales dándole énfasis al multilateralismo y a la importancia de los acuerdos a nivel internacional. Se evidencia un vuelco en las relaciones exteriores, haciéndolas más pragmáticas y menos ideológicas. Se reanuda el contacto con Estados Unidos, importante aliado comercial y político, alejándose de Venezuela e Irán, poniendo como prioridad la defensa de los derechos humanos. Este acercamiento con EEUU se vio materializado en la reciente visita del mandatario norteamericano Barack Obama, donde se firmaron diversos acuerdos comerciales, energéticos, sobre financiamiento en estructura y en materia de derechos humanos.

Por otro lado, Rousseff ha tenido que lidiar con la situación de corrupción adjudicada principalmente al oficialismo que incluso le ha salpicado a ella. Con un saldo de dos dimisiones de ministros acusados de corrupción en menos de un mes y sólo habiendo pasado 6 meses de su gestión, se ha generado una preocupación tanto nacional como internacional, motivando a Brasil y Estados Unidos a impulsar una agenda multilateral anti-corrupción. La corrupción ha sido un problema difícil de erradicar de la política brasilera y sobre todo para la coalición de gobierno. Sin embargo, se ha observado un bajo nivel de sanción que se le da a estos casos especialmente si consideramos que, a pesar de la infinidad de sucesos ocurridos y la cobertura ofrecida por los medios, éstos siguen apareciendo, mientras que la aprobación de Rousseff y su gestión van en aumento.

Uno de los primeros desafíos de Rousseff ha sido y será despojarse de la imagen de Lula para forjar su propio camino en popularidad y conducción del país. Otro gran desafío viene dado por el aspecto económico, si bien hoy Brasil goza de un destacado auge dentro de América latina, Dilma deberá generar una política de continuidad para mantener la estabilidad. Lula fue capaz de construir una economía pujante que sacó de la pobreza a más de 20 millones de brasileños durante sus ocho años de gobierno. Por lo que, en la asunción de su mandato envió un mensaje conciliatorio y de unidad a todas las fuerzas políticas para luchar por su objetivo de erradicar la pobreza. Además, resaltó el empuje económico del agro como clave para el modelo exportador de Brasil.

 

 

 

 

 

 Fecha última actualización: julio 2011