Brasil: Rousseff no logra canalizar la alta popularidad del Presidente

LatinoamericaLibre

 

A pesar de que la popularidad del Presidente brasilero Luiz Inació Lula Da Silva es una de las más altas entre los mandatarios latinoamericanos -supera el 70%-, ésta no se ha traspasado a su candidata, su actual jefa de gabinete Dilma Rousseff, quien en intención de voto no ha podido superar el 30%.

Rousseff es una ex guerrilla admiradora de la Revolución Cubana y del Che Guevara, quien conoció a Lula hace décadas atrás durante los movimientos de oposición al Gobierno Militar y que cobró importancia en la política brasilera cuando, en el 2007, fue designada en cargos de gestión de proyectos.

En ese escenario, Lula, sin ninguna consulta a su partido, el Partido de los Trabajadores (PT) designó a su jefa de gabinete como candidata, lo que se explica solamente por el hecho de que los grandes representantes del PT se encontraban envueltos en escándalos.

Si bien Rousseff presenta una amplia experiencia técnica, carece de una faceta más política, de ahí que tenga una reputación de ser una «gestora dura y antipática», lo que muchas veces se traduce en la falta de carisma. Al compararla con Lula las diferencias son evidentes, mientras éste se muestra más improvisado y emotivo, Rousseff aparece como muy metódica, sin poder ganarse a los ciudadanos.

Por el contrario, el candidato opositor, el Gobernador de Sao Paulo José Serra, pareciera vivir un panorama distinto. De acuerdo a las encuestas, se mantiene como primera mayoría y en una eventual segunda vuelta sería el ganador.

Según el último estudio de la empresa Datafolha publicada en febrero, Serra obtiene un 32% de intención de voto mientras que Rousseff sólo un 28%. Además de que, en el balotaje el Gobernador de Sao Paulo ganaría con el 45% de los votos contra el 41% de la jefa de gabinete.

En ese contexto, se aprecia que el efecto popularidad no es necesariamente traspasable al candidato. El ejemplo claro se vivió en Chile durante las últimas elecciones presidenciales, en donde una Presidenta muy carismática que poseía una aprobación sobre el 80% no fue capaz de endosarle aquella cifra a su candidato, lo que hizo que el oficialismo perdiera la elección.