Después de meses de protestas, el gobierno de Nicolás Maduro tiene razones para una deprimente satisfacción. Usando una cruda, pero selectiva represión, el señor Maduro ha luchado contra los manifestantes hasta el cansancio. Más de 40 personas han sido asesinadas, la mayorÃa agentes de gobierno. Los lÃderes del ala radical de la oposición, o están encarcelados o han sido privados de plataformas públicas. El Presidente no ha hecho ninguna concesión a las peticiones de la oposición para la liberación de los presos polÃticos y la restauración del bipartidismo hacia los medios de comunicación, las autoridades electorales y las cortes.
Tan confiado está el régimen de su control polÃtico, que el Partido Socialista Unido de Venezuela tiene previsto celebrar un congreso el próximo mes, en el que es posible que Maduro presida un puesto aún en manos del señor Hugo Chávez, que también fue Presidente de Venezuela hasta su muerte en 2013. Pero los problemas de la «revolución bolivariana» de Chávez están lejos de solucionarse. Una encuesta publicada el mes pasado por Datanálisis indicó que la aprobación de Maduro ha caÃdo a 37% (de 52% en diciembre) y que cuatro de cada cinco personas piensa que la situación del paÃs es «mala».
La principal razón para ese desaliento es la economÃa. A pesar de los altos y estables precios del petróleo, su principal producto exportado, Venezuela está sufriendo una combinación de recesión e inflación. Incluso, el gobierno admite que la tasa de pobreza saltó de 21% a 27% el año pasado, básicamente porque los ingresos no pudieron seguir el ritmo de la inflación en alza, ahora sobre 60%.
Estas cifras no captan plenamente el deterioro del bienestar de los venezolanos: los controles de precios han provocado una escasez generalizada de bienes básicos (el último elemento difÃcil de encontrar son los ataúdes). La economÃa está lista para bajar al menos 1% este año.
Venezuela está pagando el precio por la insistencia que tuvo Chávez sobre una divisa sobrevalorada. Importaciones baratas le trajeron popularidad. Pero con los ingresos del gobierno proviniendo casi en su totalidad del petróleo, que se vende en dólares, también hubo un efecto de menos dinero en las arcas oficiales. Para ganar la elección presidencial en octubre de 2012, un moribundo Chávez ordenó una compulsión de importación, pagó por rebajar las reservas, emitiendo deuda e imprimiendo dinero para cubrir un tremendo déficit fiscal. El gobierno de Maduro debe ahora pagar esa cuenta.
Rafael RamÃrez, vicepresidente para el área económica, ha empezado a reformar los complicados controles de intercambio puestos en marcha por Jorge Giordani, un monárquico ideólogo que dirigió la economÃa durante el gobierno de Chávez. Ya habÃa dos tipos de cambio oficiales, uno de 6,3 bolÃvares por dólar para las compras gubernamentales de comida y medicinas, y otro de 10 bolÃvares. En marzo, RamÃrez empezó a ofrecer un suministro diario de dólares a otro valor de alrededor de 50 bolÃvares. En Londres, este mes dijo a los inversionistas que estas tres tasas debieran «converger progresivamente». En otras palabras, Venezuela saldrá de su hueco económico devaluando, como lo ha hecho tantas veces en el pasado.
Francisco RodrÃguez, un economista venezolano del Bank of America, ha sostenido en varias notas de prensa que mucho de este ajuste ya ha sucedido. Proveyendo de menos dólares oficiales y permitiendo que la tarifa del mercado negro suba hasta 85 (ahora está en 72), el gobierno forzó al alza el precio de varias importaciones el año pasado. RodrÃguez reconoce que, en promedio, los venezolanos están pagando entre 20 y 23 bolÃvares por dólar, no tan lejano de una probable tasa unificada de hasta 30. Él piensa que, como resultado, el déficit fiscal va a disminuir, la inflación se va a estabilizar y el crecimiento continuará. En consecuencia, lo peor ya pasó. Siempre y cuando el precio del petróleo se mantenga, Venezuela puede evitar la hiperinflación y el colapso total.
Este es un útil correctivo a la ilusión, que con tanta frecuencia pasa por el análisis de Venezuela de parte de la oposición y de los extranjeros. Pero, ¿es RodrÃguez demasiado sanguinario? Giordani fue removido en un cambio de gabinete el 17 de junio, una victoria para el pragmático RamÃrez. Pero aún enfrenta resistencia de radicales chavistas. Aunque ha hablado de subir el irrisorio precio que pagan los locales por el petróleo, por ejemplo, no lo ha hecho. La inflación está muy lejos de estar en control. Hay otros quiebres en el crecimiento también: control de precios y bullying del gobierno han hecho tanto daño a los negocios privados, que es difÃcil verlos responder a la devaluación a través de la inversión.
El dilema que Maduro enfrenta es que para restaurar el crecimiento debe tomar medidas, tales como devaluación y relajar el control de precios, que lo pueden hacer incluso más impopular en el corto plazo. Ese es un riesgo de que resurjan las protestas. El gobierno ha capeado una tormenta, pero es demasiado pronto para decir que es la última.
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Publicado originalmente en El Mercurio (Chile), el 23 de junio de 2014