Hace algún tiempo denunciamos aquà en El LÃbero que el Proceso Constituyente de Bachelet era una trampa para saltarse la norma de la Constitución que requiere de dos tercios de los parlamentarios para su modificación. Como la Nueva MayorÃa no tiene ese quórum, ideó un trabajoso proceso que involucró más de 3 mil millones de pesos de fondos públicos para realizar primero Encuentros “autoconvocados†de ciudadanos que deliberarÃan sobre la Constitución y luego Cabildos de carácter provincial y regional que harÃan lo propio. Todo esto supervisado por un Consejo Ciudadano de Observadores cuyos integrantes fueron nominados (todos) por la Presidenta Bachelet, que debÃa monitorear el proceso y emitir un Informe. Terminados estos encuentros, el gobierno designó un Comité de Sistematización que reunión las actas de ellos y entregó un informe.
Ambos Informes ya fueron emitidos. El de los observadores reconoció lo que era evidente: que las opiniones emitidas en este proceso no son representativas de la población chilena. El de los sistematizadores fue discutido. Según un integrante del Consejo de Observadores la sistematización tuvo sesgo ideológico al menos en las opiniones sobre Educación.
Con estos dos antecedentes, que rayan la pintura al proceso constituyente, más el hecho que el gobierno de la Presidenta Bachelet cuenta con la desaprobación de más de un 70% de los chilenos, la estrategia del gobierno tambalea. ¿Cuál era la estrategia? Se las recuerdo.
Con las Bases Ciudadanas para una Nueva Constitución que se elaborarÃa a partir de estos Informes, el Gobierno elaborarÃa un proyecto de Nueva Constitución. Pero como aún con ese proyecto la aprobación no está asegurada, porque necesitan dos tercios, mandarÃan otro proyecto de ley al Congreso destinado a cambiar el mecanismo por el cual se modifica la Constitución.
Este proyecto del mecanismo le darÃa “opciones†al Congreso (opciones que no tendrÃa por qué aceptar, lo que da cuenta de lo irregular del proceso). Se han mencionado la opción de una Comisión Bicameral para elaborar la Nueva Constitución; de una Convención Constituyente; de una Asamblea Constituyente; y por último de un plebiscito para que la ciudadanÃa elija una de esas fórmulas. El próximo Congreso aprobarÃa estas opciones por tres quintos de los diputados y senadores en ejercicio (que es menos exigente que dos tercios).
En sÃntesis, se tratarÃa de burlar el quórum de dos tercios para modificar la Constitución con toda esta parafernalia que finalmente requerirÃa sólo tres quintos, quórum que si tiene la Nueva MayorÃa.
El diseño original de la trampa constitucional de Bachelet se basaba en la enorme presión que se ejercerÃa sobre los parlamentarios por el hecho de tener un proyecto redactado por el Gobierno a partir de las “Bases Ciudadanas†que provienen del proceso constituyente. No contaban eso sà con que el proceso constituyente terminara con la pintura rayada.
Esto ha hecho revivir una idea más extrema aún que la trampa constitucional de Bachelet y que fue profusamente promocionada por el abogado Fernando Atria (hoy precandidato presidencial de Partido Socialista). La trampa de Atria consistÃa en llamar a un plebiscito para que la ciudadanÃa se pronunciara sobre un cambio al mecanismo para modificar la Constitución. A la objeción que se le esgrimÃa, en el sentido que ese plebiscito serÃa inconstitucional pues no está previsto en la Constitución, la respuesta de Atria era que no importaba, pues si el decreto que llamaba al plebiscito no era objetado (por la ContralorÃa suponemos) entonces podÃa llevarse a cabo y una vez realizado quedarÃa automáticamente modificado el mecanismo para cambiar la Constitución (paradojalmente por un procedimiento inconstitucional). Matonaje constitucional, podrÃamos llamarlo.
Lo que parece estar pensando Bachelet es una versión algo más civilizada que la de Atria, pero igualmente tramposa. Se tratarÃa de un proyecto de Reforma Constitucional que establecerÃa la posibilidad de convocar a plebiscitos a la ciudadanÃa para efectuarle consultas acerca de diversas materias. La aprobación de esta norma requerirÃa menos de dos tercios, con lo cual podrÃa lograr aprobarla. Una vez hecha esa reforma, se convocarÃa al Plebiscito para que la ciudadanÃa se pronunciara sobre el mecanismo para modificar la Constitución. Se tendrÃa asà un voto popular acerca de la forma de cambiar la Constitución. Y aunque ese resultado no serÃa vinculante para los parlamentarios, en el sentido que aún prevalecerÃa el quórum de dos tercios para realizar cambios al mecanismo de modificación constitucional, la presión podrÃa ser tan brutal, esta vez reforzada por un “veredicto popularâ€, que el gobierno tendrÃa la confianza de dar vuelta algunos votos. No quedarÃa para la oposición otra cosa que resistir a este matonaje constitucional y hacer que se respeten las reglas para modificar la Constitución propinando asà otra derrota a un gobierno que pese a su exiguo apoyo pretende seguir, por la vÃa de los resquicios, imponiendo su programa.
- Luis LarraÃn es Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo.
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Publicado originalmente en El LÃbero, el 27 de enero de 2017.