Chile: Nueva Constitución: Si no está roto, no lo arregle

Por:

Germán Concha

En:

El Mercurio

País:

Chile

Fecha:

26 de noviembre de 2015

Recientemente se ha anunciado de manera oficial el inicio del proceso de discusión de una nueva Constitución para Chile. Pese al entusiasmo que han querido mostrar algunas altas autoridades a raíz de esta noticia, lo que ha ocurrido y se ha dado a conocer hasta ahora al respecto hace recordar un consejo, muy conocido en otras latitudes y usualmente desoído en Latinoamérica, que se suele resumir en la expresión «si no está roto, no lo arregle».

En efecto, la realidad no parece apuntar en el sentido de que nuestro país esté atravesando una crisis que requiera de forma ineludible y urgente el cambio de la actual Constitución. Esta percepción tiende a confirmarse desde el momento en que una de las primeras acciones oficiales que se ha dado a conocer como parte del proceso constituyente que se ha anunciado ha consistido en destinar fondos públicos para llevar adelante un amplio programa de educación cívica que parece, según lo que se ha dicho hasta ahora al respecto, estar precisamente orientado a convencer a la población de la pertinencia y necesidad del cambio constitucional.

No deja de resultar paradójico, en este contexto, que el mismo país que en las últimas décadas ha alcanzado niveles de estabilidad y de crecimiento económico que le han valido el reconocimiento internacional, y le han permitido mejorar dramáticamente, por cierto, como nunca en el pasado, las condiciones de vida de la gran mayoría de su población, parezca ahora decidido, si hacemos caso a lo que señalan reiteradamente los promotores del cambio constitucional, a prescindir del marco institucional que ha hecho posible e impulsado ese éxito.

Quizás se está cayendo en el error que consiste en comparar la realidad existente en un momento determinado (con sus aspectos positivos y negativos) con una situación ideal o mundo perfecto (que es, por definición, carente de defectos), que solo existe en la teoría y es imposible en la práctica. Como resulta fácil comprender, son las personas de carne y hueso, y en el caso de los países, generaciones de ellas, quienes llevan la peor parte en esta aventura de dejarlo todo por perseguir metas imposibles.

Es aquí donde cobra una especial relevancia el consejo al que se aludió al principio. Él hunde sus raíces en la experiencia histórica, y tiene que ver con la crítica a una cierta mentalidad colectivista que, para tratar de disfrazar su incapacidad de resolver los problemas verdaderamente graves y urgentes que aquejan a las personas, pone el acento y se concentra en transformar las cosas que ya funcionan, con el pretexto de que ello es necesario para alcanzar un mundo ideal que se ha predefinido arbitrariamente. El resultado final, como es fácil concluir, es que no se solucionan los problemas y las cosas que funcionaban dejan de hacerlo, con el consiguiente perjuicio para todos.

De ahí que en la hora actual, y considerando precisamente nuestro ordenamiento constitucional vigente, parezca cobrar una especial relevancia para Chile aquella sugerencia de «por favor, si no está roto, no lo arregle.»

 

 

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Publicada originalmente en El Mercurio (Chile), el 24 de noviembre de 2015