Uruguay: No vale ese precio

Por:

Juan Martín Posadas

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País:

Columnas

Fecha:

18 de junio de 2015

Por: Juan Martín Posadas

Ha pasado ya cierto tiempo. Un par de semanas. Dejé que así fuera, para no escribir en caliente. En vano. Sobre el fondo del asunto no es posible escribir en frío. ¿Qué ha hecho de sí mismo Sendic?

Un día dijo que él no tenía certezas ni evidencia alguna de que en Venezuela hubiera una injerencia extranjera a la que se le pudiera imputar la violencia, el desconocimiento de los derechos y las garantías o el desquicio que envenena la vida cotidiana de venezolanos. No dijo nada raro. Dijo lo que es obvio. Pero, sobre todo -y esto es lo más importante- dijo lo que él cree, lo que piensa. Maduro se enfureció y lo insultó: lo llamó cobarde. En ese desborde, tan habitual en la histeria de dicho mandatario, también viajaba un insulto para el Uruguay. Sendic es el vicepresidente del Uruguay. Maduro le faltó el respeto a nuestro país. Yo no soy parte de este gobierno ni conozco personalmente a Sendic, pero sentí el justo enojo que nace del agravio inmerecido.

A los pocos días Raúl Sendic salió a la calle para presidir, sonriente, una marcha de apoyo a Maduro y su gobierno, junto a Mujica, Topolansky (y en honor de la verdad, ningún otro dirigente de importancia). ¿Qué pasó por la cabeza del vicepresidente entre una fecha y la otra? ¿Qué le dijeron? ¿Qué fue lo que le hizo rebajarse a esa desautorización de sí mismo? Hay antecedentes para ese tipo de procederes. Una sórdida y larguísima historia que nace en la Unión Soviética, en las confesiones forzadas, en las autoacusaciones, en una palabra, en el sacrificio absoluto y aceptado de todo lo personal, en aras de la revolución o del partido. A Sendic le habrán dicho al oído: tenés que tragarte lo personal, hay que apoyar a Maduro que está siendo acosado por los yanquis. La causa de los pueblos (que la definen ellos, naturalmente, porque los pueblos no saben lo que les conviene y todas las manifestaciones en contra son obra de infiltrados) esa causa merece tu sacrificio. Merece que te desdigas, merece que renuncies a decir lo que realmente pensás. La tarea militante es por la revolución y sus socios, no es por la verdad: el heroísmo revolucionario incluye la propia abyección.

¿Qué hubiera pensado Raúl Sendic viejo de todo eso? Yo lo conocí en un viaje a Cuba. Estuve una noche conversando con él, en el Palacio de la Revolución de La Habana. Estuvimos charlando en un saloncito aparte, mientras el resto de la delegación uruguaya se babeaba codeándose con Fidel y Raúl Castro. Me impresionó la serenidad de su mirada y la razonabilidad de sus palabras, pronunciadas con dificultad a causa de la herida de su boca, pero fluidamente. Fue una charla larga, abierta, desparramada, con la franqueza sin reparos que adquieren las conversaciones en los viajes con alguien que calculamos no volveremos a ver.

Me pregunto ahora ¿habría aceptado él que para colaborar con una gesta liberadora sea válido el camino de la supresión de libertades y derechos? ¿Que para apoyar la dignidad de un pueblo los dirigentes hayan de renunciar a la propia? ¿Que todo se acepte si es por la revolución, o por el proletariado? ¿Que la causa devore todo? ¿Que se pueda justificar lo que siempre se consideró y proclamó injustificable? Vaclav Havel, el héroe de la liberación de Checoslovaquia, dijo que su pueblo se había levantado cuando no pudo soportar más vivir en la mentira y en la impostura. No encuentro ninguna justificación válida para ese comportamiento.

Fuente: El País