Latinoamérica: Los ciudadanos de Hong-Kong no permiten que se lave el cerebro de sus hijos

Por:

Emilio J. Cárdenas

En:

La Nación

País:

Columnas

Fecha:

1 de octubre de 2012

El 8 de septiembre pasado, el gobierno local de Hong Kong encabezado -desde julio pasado- por Leing Chun-ying, renunció a poner en marcha un controvertido proyecto que estaba a punto de desplegarse en el sector de la educación. Uno que había generado no sólo indignación, sino resistencia entre los habitantes de esa ciudad, siempre reconocidos por su infatigable aprecio a la libertad.

Me refiero a los cursos obligatorios que se pretendían organizar en todas las escuelas de Hong Kong, bautizados eufemísticamente como cursos «de patriotismo» o de «educación moral nacional»
Me refiero a los cursos obligatorios que se pretendían organizar en todas las escuelas de Hong Kong, a los que, no sin algún grado de cinismo, se bautizara eufemísticamente como cursos «de patriotismo» o de «educación moral nacional». Los cursos se habían anunciado a través de un folleto titulado «el modelo chino», cuya difusión derivara en su repudio por parte de la comunidad local.

A través de ellos, China pretendía imprimir en la mente de todos los jóvenes locales -a la manera de panegírico oficial mal disimulado- nociones tales como que la democracia es tan sólo sinónimo de caos y que el régimen del partido único es, en cambio, el ideal político a abrazar por todos. Nada se decía absolutamente sobre las técnicas brutales de represión al disenso que el régimen chino utiliza constantemente. Ni sobre sus violaciones a los derechos humanos de su pueblo. Por ello, tampoco se incluía una sola palabra sobre el horror de lo sucedido en Tiananmen en 1989, con el mundo como testigo.

A través de los cursos, China pretendía imprimir en la mente de todos los jóvenes locales nociones tales como que la democracia es tan sólo sinónimo de caos y que el régimen del partido único es el ideal político a abrazar por todos
Para los cívicamente activos habitantes de Hong Kong, especialmente para los padres de los alumnos y para éstos mismos, esos cursos eran apenas una forma, disimulada de «lavado de cerebros». Una más, inaceptable. De allí su inmediato recurso a las protestas masivas y a las huelgas de hambre en contra de la iniciativa. A la enorme fuerza de las multitudes espontáneas llenando las calles, entonces.

Para defender su libertad que creían amenazada -y la de sus hijos- los habitantes de Hong Kong salieron a las arterias de su moderna metrópoli a protestar ruidosamente contra la propuesta. Organizados, como es habitual, a través de las redes sociales.

Primero fueron más de cien mil personas, vestidas uniformemente de negro, el color de las protestas, que se manifestaron el 29 de julio pasado. Pero, luego de que las clases se iniciaran, miles de ruidosos estudiantes comenzaron a protestar -todos los días- con tozuda insistencia. Continuamente, sin dar respiro alguno a las autoridades.

Una reacción para imitar, que es todo un conmovedor canto encendido por el comprensible temor de muchos a perder su libertad
Esa multitud que no abandonaba las calles y plazas de Hong Kong, reiteradamente convocada mediante el recurso a las comunicaciones electrónicas, impulsó a las autoridades locales a dar una precipitada marcha atrás y a suspender y archivar, al menos por el momento, el resistido proyecto, que estaba en marcha.

Simultáneamente los niños de edad escolar de Hong Kong encuestados -a los que se pretendía transformar en «audiencia cautiva» del discurso autoritario- produjeron un absolutamente categórico 69% de respuestas adversas a la propuesta de adoctrinamiento impulsada por el gobierno chino.

Todo esto se suma a la desconfianza que los habitantes de Hong Kong muestran, según las últimas encuestas de opinión, respecto del régimen comunista de Beijing. Es la más alta desde que, en 1997, Hong Kong dejara de ser una colonia británica para regresar (aunque con un alto grado de autonomía) a China.

La suspensión decidida deja al resistido proyecto congelado por lo menos hasta el 2015. Entonces se verá cómo sigue esta historia, dependiendo, claro está, de dónde estén tanto China, como la propia Hong Kong. Una reacción para imitar, que es todo un conmovedor canto encendido por el comprensible temor de muchos a perder su libertad.

Mientras tanto, en las recientes elecciones legislativas locales los votantes «pro-democracia» obtuvieron 21 de las 40 bancas en juego. Los «pro-Beijing», tan sólo 19. Otras 30 bancas están ya en manos de funcionarios que no se elijen, sino que se designan, respecto de los cuales Beijing tiene la última palabra. De esta manera los «pro-democracia» mantuvieron, pese a todo, el veto que ya tenían sobre posibles reformas a la Constitución local.

Las miradas de muchos ya apuntan al 2017, cuando -teóricamente- Hong Kong elegirá por primera vez libremente, en las urnas, a su gobernador. Luego de lo cual, en el 2020, sus ciudadanos elegirán a todos sus legisladores libremente.

Si bien las fechas antes señaladas no son inmediatas, hay preocupación por la ausencia de una «hoja de ruta» que lleve tranquilidad a todos. El fallido intento de proselitismo oficial en las escuelas no ayuda a pensar que el calendario previsto se cumplirá conforme a lo establecido.

* Abogado. Fue Embajador y Representante de la República Argentina ante las Naciones Unidas y es Consejero de la Fundación Libertad y Progreso.

Publicado originalmente por La Nación (Argentina), el 24 de septiembre de 2012.