Durante el mes de diciembre, el autoritario presidente populista de Venezuela utilizó activamente una legislatura saliente para ampliar su ya incontrolado poder ejecutivo que culminó el 17 de diciembre en una concesión de «amplios poderes para promulgar leyes por decreto durante un año y medio». Lo hizo antes de que entrara el nuevo cuerpo legislativo que, con un importante aumento de miembros de la oposición, juró el cargo el 5 de enero.
Al mismo tiempo que se dedicaba a amasar más poder, Chávez continuó hostigando a Estados Unidos diciendo que él no aceptarÃa al diplomático escogido por Washington, Larry Palmer, cuyos comentarios crÃticos sobre Chávez y su respaldo al terrorismo y a militares politizados encolerizaron al presidente venezolano. El 20 de diciembre, el gobierno venezolano rechazó formalmente a Palmer, apagando asà la luz verde diplomática que Chávez habÃa dado a principios de 2010.
El Departamento de Estado, que previamente habÃa prometido respaldar a Palmer, hizo de dominio público su decisión del 29 de diciembre con la que cancelaba la visa del embajador de Venezuela en Estados Unidos, Bernardo Ãlvarez. Se trataba de una medida más suave que expulsar a Ãlvarez declarándolo persona non grata como sà hizo Chávez en 2008 cuando expulsó a Patrick Duddy, el embajador de Estados Unidos en Venezuela.
Sin embargo, el 1 de enero, parece que hubo un cambio de humor. La Secretaria de Estado Hillary Clinton sonreÃa complacidÃsima ante las cámaras mientras le daba la mano a Chávez en la toma de posesión de la nueva presidenta del Brasil. El 4 de enero, el portavoz de teflón que tiene el Departamento de Estado, P.J. Crowley, parecÃa indicar que la administración Obama planeaba mover ficha y nombrar el reemplazo de Palmer que fuera más del gusto de Chávez. El venezolano saboreó su victoria y sugirió absurdamente que el presidente Obama escogiera a Oliver Stone, Sean Penn, o al profesor radical Noam Chomsky – todos ellos adularores de Chávez – como próximo embajador de Estados Unidos en Venezuela.
El 5 de enero, el portavoz del Departamento de Estado se apresuró a clarificar el tema: «No estamos buscando otro candidato para embajador de Estados Unidos en Caracas. Hemos dejado muy claro que estábamos firmemente convencidos de que Larry Palmer era el candidato apropiado, muy capaz, que habrÃa sido y serÃa un eficaz interlocutor para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela. No hemos cambiado de opinión aunque este nombramiento técnicamente haya expirado».
Y mientras continúa el tira y afloja entre apaciguadores y duros, el Washington Postmordazmente se preguntaba si el próximo candidato dirá la verdad sobre Venezuela o se someterá a la mordaza permanente de Chávez.
Richard Williamson, el anterior embajador de Estados Unidos, aconsejaba que «la reciente ronda de acciones represivas de Chávez deberÃa servir como llamada de atención. TodavÃa no es demasiado tarde. Estados Unidos deberÃa ejercer liderazgo en el hemisferio occidental y ofrecer su respaldo basado en principios como la democracia y los derechos humanos en Venezuela».
Y añadÃa la bloguera Liz Harper: «Chávez es antitético a nuestros valores democráticos y problemas de seguridad. Él está avanzado a todo vapor mientras nosotros nos quedamos al margen».
Ponerse a seleccionar un nuevo embajador durante el próximo trimestre no servirá los intereses de Estados Unidos en Venezuela y envÃara un fuerte mensaje de inconsistencia y autocomplacencia sobre la polÃtica americana hacia Chávez y todo lo que él representa. En el frente diplomático, Chávez cree que tiene a la administración Obama con la rienda corta y asà quiere que se quede.
(*) Investigador Senior en América Latina de Heritage Foundation