Venezuela: Almagro y los insultos

Por:

Orestes Rodríguez

En:

El Nuevo Herald

País:

Columnas

Fecha:

4 de abril de 2017

Pareciera que los insultos están de moda. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, no escapa a ellos. Más adelante haré referencia en qué consisten dichos insultos. Pero el centro de esta columna es comentar las incidencias dentro de la OEA, con motivo del cónclave reunido para tratar el caso de Venezuela y, por ende, el informe de Almagro al respecto, como se ha recogido en la prensa.

La referida Carta Democrática, a su vez, refleja en lo político un compromiso de cada país en la democracia; en lo histórico recoge los aportes de la OEA; en lo sociológico, expresa la demanda de los pueblos de América y en lo jurídico expresa la actualización e interpretación de la Carta Fundamental del organismo regional aludido que postula en su Artículo 1. Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla.

Si bien es cierto que el pueblo venezolano le demostró al régimen de Maduro su rechazo en las elecciones del 6 de diciembre de 2015 y surgir un nuevo Parlamento de mayoría opositora, su funcionamiento ha venido siendo torpedeado e impedido de llevar adelante su papel de órgano legislativo para traer nuevos aires al asfixiado horizonte causado por el chavismo. La ley de amnistía para los presos políticos ha sido un sueño que todavía no ha visto su efectividad, como lo demuestra, entre otros, el caso insólito de Leopoldo López, quien ha sido condenado al margen de toda prescripción legal que se ajuste a hechos cometidos por el mismo y donde lo que sí afloró fue la venganza del régimen contra este joven luchador.

Regresando a los insultos a que aludo más arriba, la canciller Rodríguez, en el marco de la reunión de la OEA, expresó sin ningún recato que Almagro era un mentiroso, un mercenario y otros epítetos injuriosos, como es norma y costumbre de los regímenes dictatoriales cuando son objeto de reclamos para el cumplimiento de los pactos y normas de las cuales son signatarios. La canciller venezolana soslayó la más sintética y noble definición del orador formulada por los antiguos romanos: vir bonus dicendi peritus, esto es, el hombre bueno, perito en el arte del buen decir. No en balde Cicerón repetía: “El mucho saber es fuente del bien decir”, lo que pone en tela de juicio la aptitud de la supradicha canciller.

Para los hermanos venezolanos todo lo que hace que la vida, habitualmente, sea fecunda, plena, alegre, floreciente, cálida y fraternal, falta en ese desolado pueblo, por obra y gracia de un gobierno que marcha contra viento y marea.

 

**Abogado cubano. Reside en Miami.

Publicado originalmente en El Nuevo Herald (EE.UU.), el 1 de abril de 2017