Argentina: Dos bandos en el Gobierno en medio de la crisis

Por:

Joaquín Morales Solá

En:

La Nación

País:

Argentina

Fecha:

30 de septiembre de 2014

Nosotros y ellos. Nosotros y ustedes. Cristina Kirchner les habla así a los funcionarios de su propio gobierno. La Presidenta está parapetada cada vez más en un círculo muy reducido. «Ellos» o «ustedes» no son la oposición ni los empresarios ni los medios periodísticos; son los integrantes del Gobierno que no pertenecen al «nosotros». El sectarismo que presupone esa manera de expresarse ha impregnado todas las relaciones del Gobierno, desde las que afectan a la sociedad hasta las que incluyen las relaciones internacionales. El «nosotros» es, a su vez, un grupo de personas que mira nada más que a la Presidenta, que está pendiente de su palabra o de su silencio, y que hace girar la vida política alrededor de ese solo astro.

El «nosotros» se reduce a la propia Cristina Kirchner, a su familia, a Axel Kicillof y a los dirigentes de La Cámpora. Ese alineamiento quedó explícito en el reciente viaje presidencial a Roma y a Nueva York. Los lugares estelares de las fotos se reservaron siempre para la Presidenta y los dirigentes camporistas. Salieron del primer plano hasta los funcionarios que por razones protocolares (el canciller y los embajadores, por ejemplo) debían estar a su lado. «Ellos» o «ustedes» son directamente el resto del Gobierno, incluidos funcionarios designados por Cristina que la ven con cierta frecuencia.

Hace poco, un funcionario que se creía cercano al poder tropezó con el desencanto. Le dijo a la Presidenta que «deberíamos» tomar una medida puntual sobre un problema sin mucha importancia. «Eso es lo que creen ustedes. Nosotros pensamos otra cosa», le asestó la jefa del Estado. Decepción. Aquel funcionario también había sido expulsado del paraíso. Se lo contó luego a uno de los principales dirigentes de La Cámpora, los príncipes de un reino que se extingue. La respuesta lo dejó peor que antes: «Te equivocaste. Debiste hablar primero con nosotros. A nosotros nunca nos dice que no».

Un elemento claramente distinto entre unos y otros es la manera de imaginar el destino. Los jóvenes que rodean a la Presidenta evalúan sólo la política y jamás incorporan la economía como un dato condicionante de la política. Leen las encuestas y descubren que Cristina tiene alrededor del 40 por ciento de aceptación social. Se preguntan: ¿qué presidente llegó en esas condiciones al final de su mandato después de 10 años de poder? Nadie, se responden. ¿Podrá el próximo gobierno prescindir del liderazgo político de Cristina y de la fuerza institucional que representará? La respuesta es siempre la misma: no.

¿Estarán ellos en el próximo gobierno? ¿Habrá un candidato al que apoyarán? A Mauricio Macri lo quieren sólo para combatirlo. Frente a Sergio Massa sienten una mezcla de odio y temor. ¿Y Daniel Scioli? Sin mencionarlo, dicen que no quieren a nadie que «destiña» el proyecto cristinista. ¿Qué significa desteñir en esa jerga? «Que no vuelvan a gobernar las corporaciones», contestan, a veces incómodos. Lo que quieren entonces es una réplica exacta del gobierno actual. No se admiten parecidos ni leales ni cercanos. La copia debe ser idéntica y precisa. Nada de eso hay en la oferta electoral. Como se ve, es la proyección en el tiempo de una foto política actual en la que la economía no tiene nada que decir. Sin embargo, Máximo Kirchner le deslizó hace pocos días a un dirigente del interior que ellos terminarán tarde o temprano apoyando a Scioli. Una promesa de cumplimiento lejano.

Los que militan en el vasto ejército de «ellos» o «ustedes» tienen un método de reflexión cabalmente distinto. Es la economía la que definirá la política, apuntan. Esos funcionarios esperan con ansiedad el mes de diciembre, pero no por los eventuales saqueos a supermercados. «Los saqueos sólo son posibles si hay instigación política», argumentan. Los inquietan los datos de la economía, como se vio en la semana negra que pasó.

La recesión es más profunda de lo que se preveía. La inflación ignora la recesión y crece a su propio y alocado ritmo. Una cosa es la estanflación (estancamiento con inflación) y otra cosa es la inflación con recesión (cuando la economía cae sostenidamente). La escasez de dólares está parando la industria, que depende entre un 70 y un 80 por ciento de insumos importados. El precio del dólar paralelo casi duplica al del dólar oficial. Emitir más pesos hasta fin de año, que es lo que se propone el Gobierno, sólo avivará el fuego de la inflación y debilitará aún más la moneda nacional frente al dólar.

Los funcionarios condenados al infierno del «ustedes» manejan previsiones que alertan sobre ?inevitables cortes de luz a fin de año. «Â¿Qué se puede esperar de una sociedad sometida a la inflación, la recesión, la subida permanente del dólar y, encima, con cortes de luz?», se alarman, y se contestan: «Malhumor creciente, rebeldía, distancia del Gobierno». La indiferencia es la reacción propia, dicen, de un gobierno que no tiene candidato presidencial y que, por lo tanto, no le importa la victoria. Hace pocas semanas, la Presidenta dijo una frase significativa en un discurso por cadena nacional: «Nosotros no estaremos en el Gobierno en 2016». A menos de un metro de ella estaban Scioli, Florencio Randazzo y Sergio Uribarri, candidatos presidenciales del kirchnerismo. Pero éstos no están, ni estarán jamás, dentro del selectivo «nosotros».

A los «otros» los preocupa un gobierno sin aliados económicos. Ni industriales, ni bancos, ni ruralistas. Todos han sido declarados enemigos. También carece de aliados internacionales. El discurso de Cristina Kirchner ante las Naciones Unidas no fue recogido por ningún otro presidente. Hubo votaciones simbólicas a favor de un nuevo orden financiero para las deudas soberanas. Nada más. La tensión con Washington ha llegado ya a su punto más alto. Se agregó Alemania. No hay regreso cuando se maltrata de esa manera a potencias mundiales. Los vecinos (Brasil, Chile, Uruguay) están tan cansados del gobierno argentino como los principales países occidentales. «Los británicos eran antes la excepción. Ya no hay excepciones. El gobierno argentino se lleva mal con todo el mundo», explica un diplomático europeo. Washington y Berlín eligieron el camino más pragmático: no harán nada. Esperarán al próximo gobierno.

Hay un tema que divide y une. «Ellos» o «ustedes» promueven lejos del trono un acuerdo rápido con los holdouts. La Argentina podría crecer suavemente el año próximo con ese acuerdo, aseguran. Sin el acuerdo, le espera al país una mayor recesión con inflación y menos dólares. Kicillof también pronostica que comenzará las negociaciones con los holdouts en enero. Un legislador le fue a preguntar por esta novedad a un alto funcionario del bando de «ustedes». «Es lo que dice Axel. ¿Vos le crees?», le contestó el funcionario. Él no le cree. Kicillof se pavonea entre los dirigentes del Gobierno con su influencia sobre la Presidenta. Sólo le importa eso. No se detiene nunca en la necesaria confianza social, o el respeto al menos, que debe tener un ministro de Economía. Es otro reproche que le hacen los que están entre «ellos» o «ustedes».

Ni Washington ni Alemania descubrieron el default argentino. Antes lo estableció el gobierno de China. El presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, debió escuchar en Pekín el freno en seco que le dio un alto funcionario de ese país. «Ustedes están en default. No cambiemos la realidad», lo paró cuando Fábrega empezaba a explicar por qué su país no está en default. También Kicillof pasó por China. Un funcionario chino que lo escuchó hizo después, ante un diplomático europeo, un comentario irónico: «Hacía muchas décadas que no escuchábamos en Beijing un discurso maoísta». El cristinismo y Kicillof tienen, como diría Borges, todo el pasado por delante.

 

 

 

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Publicado  originalmente por La Nación (Argentina), el 29 de septiembre de 2014.